viernes, 5 de junio de 2009

Por Daynet Rodríguez

Hoy la humanidad celebra el Día Mundial del Medio Ambiente con demasiados motivos para preocuparse, o al menos, para meditar. Frases como "crisis alimentaria y energética, cambio climático, temperaturas y sequías extremas, especies en peligro de extinción", ponen los pelos de punta a cualquiera, y si hablamos de cifras, hasta el más excéptico se conmueve un poco. Por ejemplo, para el 2050, la temperatura de la Tierra podría ascender en más de 2 grados Celsius; mientras que el casquete polar se derrite a un peligroso ritmo del 9% cada década. Eso significa que ciudades enteras podrían quedar bajo el agua y quien vio la peli Un día después de mañana (nada del otro mundo pero sí muy descriptiva) sabe de qué estoy hablando. Otro par de numeritos: cada europeo consume 514 toneladas de materiales al año y produce más de 500 kilos de residuos, un ritmo insostenible. La solución espera por la voluntad y la convergencia de los gobiernos, y porque quienes pelean por el dominio de los recursos naturales entiendan que ya no solo está en juego la futura posesión de bienes y ganancias, sino la existencia misma de esas riquezas y por supuesto, la sobrevivencia humana. Y la solución también empieza por cada uno de nosotros. En medio de tanto caos, no quiero hablar de números que luego se olvidan, ni de cumbres que acuerdan pero no resuelven, ni siquiera de los mayores agresores del medio ambiente. Prefiero convocar el espectáculo visual de la naturaleza, nuestra capacidad para el asombro, el éxtasis y la sensatez y la maravilla... Sé que en cualquier rincón, en este mismo minuto, el lado verde del corazón aún está latiendo.

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