Enrique Alcor muestra la placa solar que trajo de EEUU hace 31 años. (Foto: G. C. D.)
Ahí está, tan servicial como el primer día; generando 2,72 kilovatios como si no hubieran pasado 31 años desde que está en servicio entregando toda su capacidad y energía. Hablamos de la primera placa solar fotovoltaica que llegó a España en el año 1978. La fabricó Solar Power Corporation, en EEUU, y se la trajo en su equipaje Enrique Alcor, actual directivo de Atersa, el mayor fabricante de paneles fotovoltaicos de nuestro país.
Alcor conserva como si fuera un tesoro su pequeña placa solar de diseño un tanto decimonónico, que pronto será una antigüedad, aunque bien distinta a las habituales puesto que ésta tiene vida propia en cuanto recibe un rayo de Sol, algo insólito en los anticuarios. Incluso, es más que un tesoro para él, porque la placa y su vida profesional discurren en paralelo: los dos tienen 31 años en activo y se encuentran como el primer día.
Pero que ese pequeño módulo fotovoltaico siga en perfecto funcionamiento significa mucho más: demuestra que la energía fotovoltaica es más fiable y duradera que todas las convencionales. Porque a cualquier planta de producción de energía eléctrica ha habido que cambiarle muchos componentes y piezas en estas tres décadas. Y pronto tendrán que dejar de operar ante el fin de su vida útil, si no han sido ya clausuradas en este tiempo.
No es así con los módulos de energía fotovoltaica, que siguen a pleno rendimiento y sin mostrar signos de fatiga situados en los faros de todo el planeta, balizas, repetidores y un sin de aplicaciones en lugares remotos y aislados desde hace un cuarto de siglo o más.
«Son más resistentes los módulos fotovoltaicos que los soportes de aluminio o de acero inoxidable que los sustentan, y que a veces se han corroído con el paso del tiempo, hasta que hemos afinado la calidad de esos materiales», afirma Alcor.
Este ingeniero técnico industrial se enamoró de aquella placa solar y de todas las demás que han surgido en estas décadas, cada vez más eficientes, mejor construidas y casi «eternas» como él mismo asegura. Al poco de licenciarse se convirtió en un emprendedor de la energía del futuro, la más sostenible que se conoce. Trabajó para una multinacional estadounidense �Sitre� del sector, fundó Arco Solar, que fue absorbida por Elesol, que también fue comprada por la española Elecnor, la propietaria actual de Atersa.
Esta empresa facturó el año pasado nada menos que 422 millones de euros y puso en el mercado 518.000 módulos fotovoltaicos. Líder del mercado español, con más de la mitad del negocio, la empresa ha experimentado un enorme crecimiento desde 2006. El historial de Atersa indica que han comercializado casi 1,5 millones de módulos fotovoltaicos del 1980, que además de producir cerca de 650.000 megavatios/hora, han evitado la emisión de 260.000 toneladas de CO2. Aunque Alcor no tiene energía solar en su casa por la orientación adversa de sus tejados, es dueño de 400 metros cuadrados de placas solares en dos huertos fotovoltaicos de Murcia. «¡Naturalmente que creo en la rentabilidad de la energía solar!», asegura con rotundidad.
Y no sólo cree en la rentabilidad, sino que se muestra muy satisfecho por sus beneficios sociales en los lugares más desfavorecidos del planeta. «Encender la única farola que ha habido nunca en Fô Boure, una aldea rural de Benín fue emocionante», señala. Desde ese día, bajo ese milagro que convierte la radiación solar en luz en la noche cerrada africana, el mercadillo, los corrillos de los ancianos, los juegos de los niños y los bostezos de los perros se han trasladado a ese punto luminoso hasta hace poco inconcebible.
«Hemos instalado 662 sistemas fotovoltaicos en 227 pueblos de Senegal, 30 sistemas en El salvador, siete bombeos de agua en pueblos aislados de Níger, dado energía a 81 familias nómadas de Mongolia Exterior...» relata, y así podría estar hablando durante horas, o años..
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