sábado, 16 de mayo de 2009

La crisis climática y la crisis económica

Aquí, en California, la opinión está empezando a desesperar de la capacidad del presidente Obama para mantener sus promesas. Es un juego casi infalible. El interés de los políticos, como el de los caballeros feudales, es ganar elecciones. ¿Para qué? Para ganarlas, simplemente. En la Edad Media un señor feudal tenía que mandar, porque eso era lo "natural". En el siglo XXI, un político tiene que ganar, porque eso es lo "natural". Una vez que gana ya no sabe que hacer. La realidad es que el gobierno lo llevan los altos funcionarios, que no cambian cada cuatro o cada ocho años. El panel de ministros es esencialmente una troupe circense en exhibición mediática.

El problema es que esos altos funcionarios no vuelven a la universidad cada cuatro años, a enterarse de cómo ha cambiado lo que aprendieron. Y además, son ellos los que saben, ¿no son los que más arriba están?

Tras la toma de posesión del Sr. Obama, y el nombramiento de figuras reconocidas en los esfuerzos contra el cambio climático, la parálisis ha vuelto a invadir Washington. Los lobbystas pagados por las empresas petroleras y del carbón conocen bien a esos altos funcionarios. Cuando uno de los nuevos ministros sugiere a éstos que hay que hacer algo serio, se encuentra con ceños fruncidos: "No es posible". Al cabo de unos meses esos ministros se dedican a viajar.

La crisis económica (que es real para los parados, pero una inmensa mentira para los banqueros, que siguen haciendo dinero) se anunció con tiempo más que de sobra. Se conocían sus razones y se propusieron remedios razonables. Pero los altos funcionarios (en España, ¿Qué decía el ministerio de Economía?) la rechazaban como "ideas locas de economistas ignorantes".

Hoy esos altos funcionarios americanos siguen procrastinando con respecto al cambio climático. Sugieren que si se toman medidas efectivas "sufrirá la economía" evitando decir "la economía de los dueños de las empresas de carbón y petróleo".

Cualquier modelo económico moderno predice que la substitución rápida de una economía obsoleta basada en los combustibles fósiles creará empleo y riqueza para la sociedad (aunque dejará en la cuneta a los monopolios del petróleo que no generan empleo). Pero esos modelos son demasiado modernos para los altos funcionarios que basan sus análisis, además de en las ideas de los lobbystas, en modelos reviejos.

Como ejemplo, un pequeño botón. En España hay que plantar mil millones de árboles. Eso generará unos cien mil empleos, en las plantaciones, el cuidado, las talas y la industria de la madera. La construcción con madera no contamina como lo hace la construcción con cemento, y es reciclable. Si se cierran algunas cementeras los únicos que sufren son sus dueños, porque no mantienen casi empleo.

Pero los modelos económicos al uso rechazan esa posibilidad, así que seguimos quemando petróleo para hacer hormigón.

La crisis climática es tan real como la económica, tan prevista como ella y con soluciones que generan riqueza colectiva. Pero si se produce, la recuperación no son dos años, sino doscientos. Pero los que hablamos de ello somos locos “apocalípticos”.

Como los que avisaban de la crisis económica. Igual.

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